Qué es la tartamudez
La tartamudez es una evolución atípica del aprendizaje del habla. Aparece generalmente en niños entre los 3 y los 5 años que suelen comenzar repitiendo consonantes y, posteriormente, palabras y frases. El problema más importante lo crea la ansiedad que surge en el niño cuando es consciente de su falta de fluidez, ya que motiva contracciones compulsivas y repetitivas de varios grupos musculares que tratan de liberar la tensión creciente.
El tartamudeo es frecuente en esas edades –alrededor del 5% de los niños– y en la mayoría de los casos se resuelve de forma espontánea.
Cómo tratar la tartamudez
En las fases iniciales se debe restar importancia al problema para evitar que la ansiedad del niño aumente. Conviene reforzar su autoestima, subrayando otras cualidades. Si el problema no mejora, están indicados los ejercicios de control de la respiración y el empleo de un metrónomo para marcar el ritmo del habla. Los expertos en estos problemas son los psicólogos y los logopedas.
Las causas
Además de afectar en mayor medida a niños con antecedentes familiares, la disfemia puede deberse a factores exógenos, como la presión ambiental, o endógenos, es decir, por las características del pequeño. Hay que tener en consideración que tu hijo está aprendiendo a hablar, no tiene un vocabulario demasiado extenso y en la mayoría de los casos los adultos que les escuchan tienen prisa, lo que le alterará más.
¿Qué deben hacer los padres?
Para evitar que este problema pasajero y común en muchos pequeños se cronifique y entréis en un círculo vicioso –se pone nervioso porque tartamudea y tartamudea porque está más nervioso–, prolongándose incluso hasta la edad adulta, conviene que tengas siempre en cuenta las actitudes que ayudarán y perjudicarán a vuestro hijo:
• Nunca valores negativamente su forma de hablar ni des demasiada importancia a sus momentos de tartamudez. Como es razonable que os preocupe, si lo comentas con tu pareja, la profesora o un especialista, procura que no sea en su presencia.
• Evita las etiquetas, que hablen de él como “el tartamudo” o le ridiculicen. Si le ocurre en el cole, habla con la profesora para que reprenda a sus compañeros.
• Escúchale sin interrupciones, aunque eso te exija dedicarle más tiempo.
• No hables por él. El niño tiene que «enfrentarse al problema» y aprender a resolverlo; sobre protegiéndole y acabando las frases por él sólo agravaremos la situación.
• Cuando te dirijas a él hazlo hablando de forma lenta y con calma, haciendo pausas, para que pueda “copiar” vuestro modelo.
• Enséñale estrategias para alargar las palabras y que pueda “maquillar” su tartamudez, siempre y cuando no le suponga un esfuerzo extra o le traumatice. Por ejemplo, que alargue la duración de las vocales –en lugar de decir “ma, mamá”, que pruebe con “maaamá”.
• Contad cuentos rápidos y lentos para que aprenda la diferencia entre ambas velocidades. Cuando ya se sepa la historia, se pueden hacer ejercicios para introducir el turno de palabra: mamá empieza una frase, se para y le pide al niño que la acabe.
• Cuando el problema interfiere en su vida –está triste, le cuesta hablar con los amigos por miedo a “atascarse”…– conviene consultar con un especialista.
¿Cuándo necesita tratamiento?
Cuando el niño es mayor de cinco años y siguen los rasgos de tartamudez, conviene valorar si hay un problema. Si un pequeño padece disfemia es común no sólo que repita palabras o sílabas, sino también que haya una tensión muscular ligada al habla y que esta alteración de la fluidez afecte al rendimiento académico y a la comunicación social. La intervención se centra en dos aspectos: procurar la disminución de las disfluencias durante el habla, ensayando técnicas de respiración [controlando la articulación de las palabras…] y mantener a raya la aparición de conductas de ansiedad.